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El poder de las palabras: del malabarismo al ‘malababarismo’

Hace unos años, me entrevistó la periodista de ciencia Cristina Sáez. Fue a raíz de la publicación de mi libro ‘Animaladas’. En su blog, Cristina afirma que las palabras le dan cierta nostalgia… Y que las colecciona en tarros de cristal que reparte por distintos lugares de su casa. Declara también que le gusta jugar con ellas, convertirlas, domarlas, experimentar, incluso hacerlas rabiar, aunque sea sólo un poco, pero sobre todo le gusta cuidarlas y mimarlas.

Me pasa algo parecido. Considero que es un placer jugar con las palabras, acariciarlas, abrazarlas e incluso ‘estrujarlas’ (¡hasta que hablen!).

Con las palabras, construimos frases y, sobre todo, construimos ideas, sensaciones y emociones. Juntándolas, combinándolas y enfatizándolas, podemos hacer alquimia. Y hasta prestidigitación o malabarismo.

Eso sí, hay palabras bonitas y las hay feas. Y también hay palabras estilizadas y hay palabras gruesas. Estas últimas, evidentemente, pesan más de lo que deberían y, por eso, caen como una losa sobre el destinatario, o, casi diría, la víctima.

La lengua española se caracteriza por la variedad y enjundia del léxico, y por su gracia y viveza, pero, ay, eso también vale para la ofensa. Nuestra lengua es una verdadera mina, de la que podemos extraer oro (palabras estilizadas) o silicosis (palabras gruesas). Todo depende de qué decimos y cómo lo decimos.

El lenguaje puede ser mágico. O, todo lo contrario. Depende de cómo lo usemos.

Una cosa es hacer MALABARISMO con las palabras, o sea jugar inteligentemente con ellas…

Y otra muy diferente hacer ‘MALABABARISMO’ (¡vaya palabro me he inventado!), que vendría a ser impregnarlas de la proverbial MALA BABA o mala leche hispana.

¡Diviértete trabajando!

Estrenamos un nuevo Tip de Management, es decir consejos de gestión, a través de vídeos cortos. En este caso, para hablar de algo aparentemente, sólo aparentemente, tan incompatible como trabajo y diversión

Te hago una simple pregunta (que te recomiendo, por cierto, que le hagas también a tus colaboradores): ¿Te sientes satisfecho y realizado en tu trabajo? Si la respuesta es no, ¡cambia algo! Y, si así no ves solución, ¡cambia de trabajo!

Si logras disfrutar trabajando, enriqueces tu vida. Así de simple, así de sencillo. Trabajamos la tercera parte de nuestra existencia, por lo tanto, es fundamental lograr convertir tu profesión en algo motivador, placentero y divertido –con sus inevitables momentos de tensión, obviamente no todos los días son fáciles-. Esfuérzate por crear ese clima en tu trabajo, sea cual sea tu puesto. Cuanto más jefe seas, más fácil lo tendrás. Pero, aunque no seas jefe, puedes colaborar en conseguirlo. Las personas que funcionan con buen humor e ilusión son los que marcan la diferencia, independientemente de su cargo… El buen humor mejora la productividad. Es así de fácil, aunque a mucha gente le cueste entenderlo.

Hay muchas formas de insuflar humor en una organización. Celebrando los éxitos, por pequeños que sean (una cerveza para celebrar el cierre de un contrato / conseguir un cliente nuevo / alcanzar los objetivos del mes… ¡lo que sea!). Trasladando, de vez en cuando, el trabajo fuera del trabajo (a una playa, a un parque, a la terraza de un bar, por citar sólo algunos ejemplos). Decorando las instalaciones con colores y elementos divertidos (algo que suele funcionar siempre: fotos de los empleados de cuando eran niños). Introduciendo algún juego en la dinámica de trabajo… ¡Hay muchas maneras!

En Estados Unidos, la cuna de la gestión moderna, lo tienen claro. Allí utilizan la expresión «to have fun», como algo necesario para que el trabajo sea más llevadero. En Europa y, particularmente, en España, hay pocas empresas -cada vez más, eso sí- que incorporan el DIVERTIRSE como un valor corporativo y lo practican de verdad. Y la tuya, ¿está dispuesta a hacerlo?

 

«El sentimiento, la conciencia de la emoción» – Artículo en Blog Sprint / Chile

Sigo colaborando con la consultora chilena Sprint, con la publicación de artículos en su web. Sprint es una consultora con 30 años de experiencia en el mercado chileno, y con cobertura regional en Perú, Argentina y Ecuador. En esta ocasión, es un artículo sobre uno de mis grandes temas de los últimos años, las emociones, en este caso, «confrontándolas» a los sentimientos. ¿Qué diferencia a unas de otros?

Antonio Damasio frase

El sentimiento, la conciencia de la emoción.

Mayo 2018 | Enrique de Mora – Conferenciante, escritor y consultor en Management.

Históricamente, se decía que los humanos éramos “animales racionales”. Era una fórmula más o menos afortunada para intentar diferenciarnos de los animales. La realidad es que somos fundamentalmente “animales emocionales” …

Primero, experimentamos sensaciones, luego, emociones, y, después, sentimientos. La sensación es la impresión que las cosas nos producen por medio de los sentidos. Se traduce en una emoción, es decir, una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. Y desemboca en un sentimiento, o sea, en un estado afectivo del ánimo. La emoción dura poco, pero el sentimiento que genera, a menudo perdura.

Según definió Paul Ekman, las seis emociones básicas o primarias son el miedo, la ira, la tristeza, la sorpresa, la alegría y el asco. Tienen la particularidad de ser innatas. Nacemos con ellas y las necesitamos para sobrevivir. Como dice el psicólogo Leslie Greenberg, la emoción es la fuente primaria de la experiencia.

Una vez interiorizadas las emociones, afloran los sentimientos. ¿Alguna vez ha tenido algún encontronazo o conflicto por orgullo o por celos? ¿En alguna ocasión, la vergüenza o el sentimiento de culpa le han impedido hacer algo que hubiera querido? El orgullo, los celos, la vergüenza o la culpa son sentimientos. Otros son el amor, el sufrimiento, el rencor, la felicidad o la compasión, aunque no hay consensos universales en las clasificaciones de emociones y sentimientos.

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Seduciendo y vendiendo a «millennials» – artículo en «Catalunya Empresarial»

En el número de febrero – marzo 2018, la revista «Catalunya Empresarial» publica nuestro artículo «Seduciendo y vendiendo a millennials».

Seduciendo y vendiendo a millennials

Seduciendo y vendiendo a «millennials»

¿Cómo crece y se mantiene cualquier negocio?

marzo 2018 | Enrique de Mora y Sara Villegas

La respuesta es sencilla. ¡Con clientes! Como decía Sam Walton, fundador de Wal-Mart: “Hay un sólo jefe: el cliente. Y él puede echar a todos, desde el presidente de la empresa para abajo, simplemente yendo a gastar su dinero en otro lado.”

Para que un negocio tenga éxito, lo primero es tener un buen producto o servicio. Y lo segundo, es vender. Vender es difícil. Fíjense en esta curiosa paradoja: a casi todo el mundo le gusta comprar, pero casi todo el mundo odia que le vendan. La venta es la primera línea de la cuenta de resultados, la que determina todo lo demás. Por supuesto, la venta -su filosofía, sus técnicas- ha evolucionado y debe seguir haciéndolo, como vamos a ver.

Una cosa está clara. Para vender debemos enamorar a nuestros clientes. Piense en las marcas que le gustan. ¿Apple?, ¿Coca-Cola?, ¿Netflix? Son lovemarks. Marcas que enamoran. Ofrecen más que un simple producto. Tocan las emociones del consumidor en positivo. Le hacen sentir mejor. Las tres marcas mencionadas, como muchas otras, han logrado algo fantástico para ellas: gustar a consumidores de edades y condiciones socio-económicas muy diferentes.

En los últimos años y, sobre todo, en los venideros, cualquier marca que se precie y que quiera tener éxito debe afrontar un gran reto: seducir a una nueva tipología de clientes, absolutamente novedosa: los ‘‘millennials’’ -también conocidos como ‘Generación Y’, o ‘Generación Peter Pan’-, es decir, los jóvenes que nacieron entre 1982 y 2004.

Más allá de la edad y de su vestimenta juvenil, son fácilmente distinguibles porque están rodeados de cables y dispositivos tecnológicos, que manejan simultáneamente sin dificultad alguna. Pues bien, en 2025, los ‘millennials’ habrán tomado las riendas del futuro de la humanidad, dado que constituirán el 75% de la población activa mundial. En Estados Unidos, conforman ya la tercera parte de la población. En España, son una generación de más de ocho millones de personas que nacieron en la prosperidad, con un entorno político, económico y social infinitamente mejor que el de sus padres, pero que cuando llegaron a la mayoría de edad se dieron de bruces con una durísima crisis que truncó las expectativas de muchos de ellos. En una región en vía de desarrollo como América Latina y el Caribe se calcula que los ‘‘millennials’’ son unos 154 millones de individuos.

¿Cómo son los ‘‘millennials’’?

Buscan, por encima de todo, disfrutar con lo que hacen, algo que les aleja del espíritu sufrido y estajanovista de generaciones anteriores. Además, tienen una clara tendencia a la acción, a la iniciativa y a buscar resultados (recompensados) en el corto plazo. Viven inmersos en la cultura de la inmediatez. Todo sucede o debe suceder aquí y ahora. La comunicación, la innovación y disponer de las últimas tendencias tecnológicas conforman el motor de su motivación.

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¿Buscas resultados? ¡Ofrece diversión! – artículo en Sintetia.com

He aquí mi nueva colaboración para Sintetia.com la conocida plataforma online de inteligencia colectiva sobre emprendedores, estrategia, economía y finanzas. 

En este caso, el artículo habla sobre diversión en el trabajo, uno de mis temas clásicos y favoritos desde la ya lejana publicación de mi primer libro, «Funny-Pop», que no por casualidad se subtituló como «una historia sobre el humor en el trabajo y en la vida». El artículo ‘¿Buscas resultados? ¡Ofrece diversión! versa sobre la diversión en el trabajo, sobre las organizaciones que apuestan por dicha filosofía y sobre la relación directa entre la misma y productividad.

Sintetia Buscar resultados

¿Buscas resultados? ¡Ofrece diversión!

Marzo 2018 | Enrique de Mora

Hay dos palabras que abren muchas puertas: “Tire” y “Empuje”. ¿Ha sonreído? ¡Bingo! No es mérito mío, sino de “Les Luthiers”, artesanos de la música y del humor inteligente.

Sonrisa. Risa. Risotada. Carcajadas. He ahí, de menos a más, cuatro consecuencias de la diversión. Ésta genera alegría, la única emoción cien por cien positiva. Sin embargo, según nos dice alguna estadística, un niño pequeño se ríe en promedio trescientas veces al día. Mientras, un adulto sólo lo hace quince veces. Aunque hay honrosas excepciones, a medida que crecemos, vamos perdiendo la capacidad de divertirnos —y, por tanto, la alegría. ¿No es preocupante? La capacidad de disfrutar no sólo se modifica en relación al tiempo, sino en relación al espacio. La mayoría de personas asocia diversión a situaciones de ocio, como, por ejemplo, asistir a un espectáculo de los propios Les Luthiers. Muy pocos, en cambio, atisban alguna relación entre disfrutar (‘to have fun’, dicen los norteamericanos) y trabajar (ya saben: el negocio es la negación del ocio).

Pregunta a bocajarro: ¿La diversión está reñida con el trabajo? Mi respuesta: nooooo. O, por lo menos, no forzosamente. Que se lo pregunten a Messi, por ejemplo. O a Santiago Segura.

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Emociones en las organizaciones

Nuevo ‘Tip de Management’, es decir mis consejos de gestión en versión píldoras en vídeo.

Seguro que muchos habéis visto «Del revés» (en inglés, “Inside Out”), la película que Pixar estrenó en 2015. Es mucho más que una «simple» película infantil, de hecho es muy recomendable para adultos, que la pueden entender en toda su complejidad. Es una fantástica aproximación al mundo de las emociones.

Hasta hace poco, las emociones tenían mala prensa. Parecía que la forma adecuada de gestionar la vida era en modo «racional». Hemos tardado siglos en darnos cuenta de que no es así. Ahora sabemos que las emociones son tan o más importantes que la razón. De hecho, las emociones y el cerebro conforman un tándem. Trabajan en equipo. Por tanto, la clave es saber gestionar adecuadamente el cerebro y las emociones.

Tenemos seis emociones básicas, tal como describió el psicólogo Paul Ekman: miedo, ira, tristeza, asco, sorpresa y alegría. ¡Cuatro de ellas son negativas!: el miedo, la ira, la tristeza y el asco. La sorpresa es neutra, puede ser positiva o negativa. ¡Y la única 100% positiva es la alegría.

Las emociones negativas suelen paralizar o dejarte con ganas de poca cosa. Excepto una, la ira. La ira, a menudo, resulta energizante, especialmente cuando se produce por algo que sentimos como injusto.

Lo interesante es que, si las gestionamos bien, las emociones negativas nos ayudan a madurar y a crecer. Eso, en lo que se refiere a nosotros mismos. Por otro lado, en la relación con otros, resulta que gestionar personas es gestionar emociones. Somos nosotros los que elegimos qué emociones queremos provocar en otros. Es así tanto en la vida como en el trabajo. Si lo llevamos al terreno laboral, pensemos en aquella gente que nos rodea en nuestro día a día profesional. Nos podemos hacer una gran pregunta. ¿Qué preferimos inspirar en compañeros, colaboradores, clientes, etc?: ¿miedo o alegría?

Liderazgo: mujeres, hombres y viceversa

Nueva colaboración en forma de artículo con Mi Empresa es Saludable sobre el apasionante mundo del liderazgo. En este caso sobre las diferencias que existen entre el liderazgo femenino y el liderazgo masculino, un tema en boga y controvertido.

liderazgo femenino

Liderazgo: mujeres, hombres y viceversa

En Europa, las mujeres suponen el 60% de los graduados universitarios, pero la mayoría de puestos directivos siguen ocupados por hombres.

4 diciembre 2017 | Enrique de Mora – Conferenciante, escritor y consultor en Management.

Empezaré aclarando que más que diferenciar entre modelos de liderazgo femenino y masculino me convence distinguir entre buen y mal liderazgo, independientemente del sexo. Aun así, como la contraposición entre liderazgo masculino y femenino es un tema actual y recurrente, intentaré reflexionar sobre los patrones de liderazgo de ambos sexos (lo que no significa que no haya hombres que sepan dirigir con pautas femeninas y viceversa).

El liderazgo se ha considerado tradicionalmente como un “asunto masculino”: los puestos de responsabilidad en cualquier ámbito (político, empresarial, judicial, académico, etc) han sido mayoritariamente desempeñados por hombres. En Europa, las mujeres suponen el 60% de los graduados universitarios. Sin embargo, menos de un tercio de los directivos de la pequeña y mediana empresa son mujeres, y en las 50 empresas europeas más importantes que cotizan en bolsa, sólo hay un 10% de mujeres en puestos directivos. Es decir, las mujeres europeas se forman, pero no ascienden en las empresas. En los últimos tiempos, se está intentando en cada vez más países cambiar la situación a golpe de ley (lo cual siempre es controvertido): mediante decretos que imponen una cuota mínima de mujeres en los órganos de decisiones de las empresas. ¡A veces puede ser conveniente establecer medidas legales para acelerar la destrucción de injusticias sociales tan clamorosas!

Por supuesto, hay diferencias entre el comportamiento masculino y femenino en un puesto directivo.

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‘La librería’, de Isabel Coixet

Tras una semana muy intensa y viajera, anoche pude disfrutar de la última película de Isabel Coixet. Disfrutar es el verbo adecuado. “La librería” es la adaptación de la novela homónima de Penelope Fitzgerald. Al leer la novela, Isabel Coixet se sintió totalmente identificada con el empeño y coraje de la protagonista.

Es una película para amantes del cine y, también, de la lectura, esos dos refugios que tenemos a nuestro alcance para cultivar el espíritu y entretener el tiempo y la imaginación. La interpretación de Emily Mortimer, que encarna a la protagonista, es admirable. La del maduro actor Bill Nighy, no digamos. Las interpretaciones están aderezadas por los diálogos, la fotografía y, como no, por la banda sonora, que se deja oír justo cuando conviene, con algunos momentos jazzísticos que me han llegado al tuétano.

“La librería” es el retrato de la vida a finales de los años 50 del siglo pasado en un pueblo costero británico, con su sempiterno tiempo gris y sus escasas opciones de ocio, más allá de los paseos al borde del mar y, la participación en alguna que otra celebración social. Narra con ritmo y sentimiento la tenaz lucha de una mujer por llevar adelante su sueño, abrir una librería, a pesar de tener a casi todo el pueblo en contra. Repensándolo unas horas después de haberla visto, es un film sobre la imperfecta condición humana y sobre el difícil arte de emprender un negocio.

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La condición humana

La envidia, los celos, el cotilleo y la hipocresía son características intrínsecas a la condición humana y están muy presentes en la localidad costera donde transcurre la historia. Esa joven forastera que llegó hace unos años y que sólo quiere cumplir la ilusión de su vida al encontrar lo que considera la casa adecuada para abrir su negocio, se topará con la cerrazón e incomprensión de los habitantes del lugar. Su condición de viuda joven (¡un pecado imperdonable!) le dificultará enormemente sus planes, por la incomprensión social de sus vecinos, comandados por la más poderosa del lugar. La soledad, el coraje y la rebeldía son también protagonistas destacados de la historia. Como dice Carlos Boyero, “Coixet describe todo esto con una delicadeza y un tono cercanos a la orfebrería. Imágenes, diálogos, silencios, pequeños y reveladores gestos conviven en armonía, arropados por una atmósfera magnética y veraz”.

El difícil arte de emprender

Analizada en clave de gestión empresarial (deformación profesional), la historia nace de la ilusión de la protagonista por montar una librería. Es su sueño, porque su feliz pero truncado matrimonio surgió del encuentro fortuito en una librería de Londres con el que se convertiría en su marido. A base de trabajo y tenacidad, logra inaugurar su librería, a pesar de que desde que expresó su deseo de hacerlo, medio pueblo le muestra su rechazo al proyecto, por razones variopintas. La principal opositora a su iniciativa emprendedora es una poderosa aristócrata, quien bajo sus elegantes modales y aparente filantropía esconde a una verdadera arpía. Contra viento y marea, la librera logrará su propósito, con la única ayuda de una niña rebelde y de un (presunto) misántropo. De hecho, la empatía entre estos dos personajes y la librera es especialmente conmovedora. En el pueblo no existe el hábito de leer, excepto en el caso del solitario y hermético misántropo, un personaje que atrapa desde el principio, gracias a la presencia y dotes interpretativas de Bill Nighy. Hay dos escenas protagonizadas por la librera y el viejo lector solitario, una en la inexpugnable y decadente casa del anciano y otra frente al mar, que valen por sí solas la película. Por supuesto, los inicios del negocio son difíciles. Es un pueblo con nula vida cultural y un total desinterés de sus habitantes por los libros. Aun así, poco a poco, la librería irá atrayendo a clientes de pueblos cercanos. Al apostar por un libro recién publicado (‘Lolita’, de Nabokov), la librería vivirá un punto de inflexión que parece catapultar el negocio al éxito. No obstante, la persistente hostilidad de la aristócrata, le complicará la existencia. De forma más implícita que explícita, el film cuenta los avatares de emprender un negocio (financiación, contexto legal, reclutamiento de colaboradores, la motivación de los mismos, marketing, etc).

En resumidas cuentas, “La librería” es una historia de relaciones humanas y de emociones. Merece la pena verla. Y más si se siente algún tipo de veneración por ese extraño objeto llamado libro.